María José crea atmósferas caleidoscópicas y personajes que admiten su indefensión, siempre aferrados a la vida, la boca llena de lenguaje. En el altar de sus obsesiones están los niños y las mujeres, atrapados en espacios sin señal, en tránsito entre salas de espera, pero conectados con el destello amoroso de una canción, un verso, una voz, una traducción, un té. Incluso durante las narraciones en primera persona, “Una música futura” nos entrega la generosidad de lo plural: somos nosotros a quienes –aquí y ahora– nos está pasando esto. Aunque ansiemos un respiro, pondremos el cuerpo a la enfermedad y a la locura, mostraremos el brazo a la inyección misteriosa, una a una la gota de miel y de veneno, perderemos el lenguaje materno, la casa, la línea que recién subrayamos, el mar de la infancia. Y no habrá sofoco, sino misterios de puertas abiertas en los que pediremos ser huéspedes largo rato.