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Descripción

Ya nadie habla del alma en la filosofía. Quedó reservada para literatos y poetas. Denunciaron su origen mítico, pájaro con cabeza humana, lluvia de partículas. La acusaron de despreciar al cuerpo. La aplastaron el positivismo y ese yo homogéneo e impersonal de las filosofías de la conciencia. La psicología la redujo a un conjunto de mecanismos psíquicos. ¿Pero cómo dar cuenta de la singularidad de una persona, e incluso de una habitación o de un paisaje, de sus tonalidades, sus tensiones y armonías, sus evocaciones bellas o monstruosas, sus existencias virtuales, sin hablar de su alma? No es un problema metafísico, dice Étienne Souriau (1892-1979). Porque un alma no está dada, hay que instaurarla. Es una tarea peligrosa, arriesgada, simplemente porque puede fracasar. Un alma puede ser tan estrecha que tienda al automatismo, o tan extensa que se esfume como la neblina.
El modo de existencia del alma solo se puede estudiar en singular, y por eso este libro está construido sobre escenas concretas bellamente escritas, que le agregan un valor literario: la pequeña mentira de Alberte a su novio, las palabras de Nora cuando abandona a su marido, la liberación que encuentra Faustus en su enfermedad, el sueño de Trenmor, y muchas otras.
La obra de Souriau fue redescubierta recientemente por autores como Vinciane DespretDavid Lapoujade, y particularmente por Isabelle Stengers y Bruno Latour, que consideran que su tesis sobre una pluralidad de modos de existencia, y en particular sobre la existencias virtuales, abre la puerta para una verdadera revolución en lo que fue la epistemología moderna.