Ser poeta es una condición. No alcanza con la mera escritura impuesta en el vértice de la pasión o el desgarro. Se necesita más. Una manera de entenderse con la vida. Una vocación por discutir el orden injusto de las cosas. Una rebeldía existencial. Una actitud de disenso con los discursos establecidos: los de la política, los del habla pública, los de la familia, los del amor. Una firme decisión de ser en la intemperie. Un gesto que apunte a trascender. María José Sánchez tiene esa marca en la frente. Una evidencia tan clara como el mar que se pasea por sus ojos cuando recorre su atlántica ciudad. Así escribe. Dibuja papeles en la certeza de que lo peor está por venir. Y donde cualquiera elegiría escapar, ella dice: que venga. Su poesía es antídoto y condena. Es un ademán de vida. Vale la pena.
Reynaldo Sietecase