Cerca del aeropuerto de la ciudad vive un hombre que, aparte de ser un hombre inmóvil –en otras palabras un hombre impedido de moverse–, es considerado uno de los mejores entrenadores de Pastor Belga Malinois del país. Comparte la casa con su madre, una hermana, su enfermero-entrenador y treinta Pastor Belga Malinois adiestrados para matar a cualquiera de un solo mordisco en la yugular. No se conocen las razones por las que cuando se ingresa en la habitación donde aquel hombre pasa los días recluido, algunos visitantes intuyen una atmósfera que guarda relación con lo que podría considerarse el futuro de América Latina.
“Sus frases pulidas como piedras crean una sensacion de vértigo: el camino de Bellatin es una arriesgada espiral que asciende. Al fondo, hay una nube. Favorecedor de los finales abiertos, evita comunicar lo que hay adentro de la nube (¿una casa, un templo, un mirador para ver el cielo hacia abajo?). La obra de conjunto de Mario Bellatin avanza en delgados caminos hacia esa cima vibrante e inescrutable.”
Juan Villoro