«Te invito a leer todo esto como fragmentos de la vida de alguien. O como una carta de un extranjero que siente nostalgia. O como una novela, ficción pura. Sí, te invito a leer esto como una ficción. El tema, la trama que anuda estas piezas es mi vida, mi desarrollo. ¿El villano? El villano es el siglo veinte.»
Ningún lugar adonde ir es el diario del largo exilio que Jonas Mekas emprende en 1944 al huir de su pequeño pueblo de Lituania por razones políticas. Ese extenso viaje involuntario incluye estadías en campos de trabajo forzado y campos de refugiados, desplazamientos obligados con destino incierto y el desembarco en 1949 en Nueva York, donde se instala definitivamente y comienza su actividad cinematográfica. Con una prosa que condensa la mirada, que se aleja y se acerca de los cuerpos y las cosas, la fuerza de sus escritos reside en su carácter confesional, que nos permite ser testigos de una sensibilidad que se va formando al mismo tiempo que se escribe. La nostalgia permanente, el estilo fragmentario, el insistente y solitario registro del mundo y de la naturaleza que lo rodean son la primera formulación de lo que Mekas desplegará posteriormente en sus películas-diario. Por eso la importancia de Ningún lugar adonde ir radica, antes que en su carácter testimonial o biográfico, en que aquí se funda una profunda poética de la intimidad que caracterizará toda su obra.