Compilada por Jorge Luis Cáceres, luego de ser editada en Ecuador bajo el título No entren al 1408, la antología King. Tributo al Rey del Terror se editó en Argentina por Interzona y cuenta con autores provenientes de México, Perú, Cuba, Bolivia, Ecuador, Argentina, Chile y España.
Por Juan Alberto Crasci
Stephen King despierta sentimientos encontrados en el mundo de las letras: lo aman y odian casi en proporciones iguales. Si bien es desvalorizado por su producción de género ―increíblemente el terror y la ciencia ficción siguen siendo considerados por muchos “géneros menores”― y por la gran cantidad de material ―todos best sellers― que publica año tras año, es imposible hablar de terror en la literatura contemporánea sin invocar su nombre.
Muchos de nosotros hemos leído más de diez libros de Stephen King, o al menos hemos visto un puñado clásicos del cine que son adaptaciones de sus más reconocidos libros ―Carrie dirigida por Brian De Palma y El resplandor, por Stanley Kubrick, sean quizás los ejemplos más emblemáticos. Podemos decir, sin ponernos colorados, que King es para nuestros tiempos lo que fueron Lovecraft y Poe para los suyos. Es el escritor que más y mejor supo (y sabe) conjurar los horrores de esta época en la literatura.
Quizás por eso sea merecido el homenaje realizado en esta antología de lengua hispana, en la que 18 escritores ponen su pluma al servicio del miedo, lo sobrenatural y el horror. Hubiera sido imposible pensar una antología como esta hace más de quince años. Los escritores e intelectuales se mostraban más reticentes a profesar algún tipo de simpatía por Stephen King o por algún otro escritor de la cultura popular que escriba un best seller tras otro.
En este caso Mariana Enríquez, Juan Terranova, Nico Saraintaris, Ariel Idez, Edmundo Paz Soldán, Jorge Enrique Lage, Francisco Ortega, Jorge Luis Cáceres, Patricia Esteban Erlés, David Roas, Espido Freire, Marina Perezagua, Javier Calvo, Pilar Adón, Alberto Chimal, Antonio Oruño, Alexis Iparraguirre y Santiago Roncagliolo demuestran que el terror es universal, que puede escribirse desde cualquier lugar del mundo ―Cuba, Chile, Argentina, Bolivia, Perú, entre otros países― sin perder por ello la potencia del género.
A lo largo de los 18 cuentos de la antología se observa un panorama muy amplio de lo que representa el terror para cada escritor junto con la filiación a su tierra: desde historias de zombies en Buenos Aires, seres sobrenaturales, poderes telequinéticos en un pueblo del sur, aplicaciones extremas de la paradoja de Schrödinger y sucesos extraños que se relacionan con el pasado reciente de Chile hasta guiños directos hacia la obra de Stephen King ―The Boogeyman, El misterio de Salem’s Lot o El resplandor― y la aparición del propio King como personaje de uno de los cuentos, desarrollado en la ciudad de La Habana, conforman un mosaico interesante y dispar ―como sucede en toda antología― de la narrativa hispanoamericana actual de terror. Varían los tonos, los registros y las ciudades, pero no el respeto a un género que está en vías de reconocimiento y reivindicación