"La imagen de un enorme cuchillo de carnicero cortándome, con toda destreza y regularidad mecánica, en finas rebanadas que volaban en todas direcciones debido a la velocidad de la tarea"
Durante la mayor parte de su vida, Franz Kafka imaginó decenas de métodos cuidadosamente elaborados para su propia extinción. Los que describe en sus diarios, entre sus mundanas dolencias de constipación y migraña, suelen ser los más impresionantes.
Ningún escritor de nuestra era, y quizás ninguno desde Shakespeare, fue tan sobreinterpretado y encasillado. Jean-Paul Sartre se lo apropió para el existencialismo; Camus lo consideraba un absurdista; su editor y amigo de toda la vida, Max Brod, convenció a varias generaciones de estudiosos de que sus parábolas eran parte de la elaborada búsqueda de un dios inalcanzable y la opinión pública se encargó de catalogar como "kafkiano" a cualquier situación u objeto un poco oscuro, un poco doloroso, un poco tenebroso.
Antes de pasar a ser un adjetivo, Franz Kafka (1883-1924) fue un judío de Praga, nacido en la inveterada tradición judía de cuentistas, aficionados a las fantasías, habitantes de guetos y eternos refugiados. Para alguien como Kafka, checo de nacimiento y germanoparlante, que no era enteramente checo ni alemán, adquirir una identidad cultural no era tarea fácil.
En este libro, el escritor, David Zane Mairowitz relata la vida de Franz Kafka mientras Robert Crumb le marca el pulso con sus inconfundibles ilustraciones.