El tercer poemario de Van den Broeck nos invita a recorrer diferentes paisajes, desde el Valle de la muerte, California, pasando por el Amazonas, un estanque en un parque europeo, el Océano Pacífico… Una fuerte presencia de Paul Celan y del romanticismo alemán confluye con una aguerrida experimentación con el lenguaje, inquietudes feministas marcadas por Moi, Butler, Weigel, Kristeva y la conciencia ecológica de una huella destructiva que la desmedida ambición del ser humano deja sobre el mundo.
Van den Broeck relee, revisa, además, las figuras de Faetón y Afrodita, un personaje de los hermanos Grimm y también al Coyote y el Correcaminos. El título está inspirado en la obra del artista Herman de Vries, quien fricciona lienzos con tierra tierra de diferentes lugares del mundo. Estos poemas, asimismo, alternan entre lo sólido, lo fluido, lo huidizo al explorar su mundo interior y la relación con los otros y lo plasma sobre el papel, con palabras. En este gesto, casi visceral, se confunde el cuerpo femenino con paisaje reales, imaginarios, ficticios, oníricos.