Conocí a Michel Delahaye en 1997, en el rodaje de Victor Schoelcher, l’abolition, donde interpretaba a un político de 1848. Me había invitado al plató el director de la película, Paul Vecchiali, para ver el rodaje. Por entonces, no sabía que Delahaye fue en su día redactor de Cahiers du cinéma, revista que abandonara dolorosamente dos años después de Mayo del 68. Michel parecía muy contento de que yo ignorara todo aquel pasado: hablaba mucho, pero no le gustaba que le hablaran. En 2006 quise realizar un retrato filmado de Delahaye. Aceptó, pero propuso la idea de centrarlo en pequeñas conferencias sobre el cine y la crítica bajo la idea de transmitir solo aquello que mereciera la pena. Yo, en cambio, tenía otra, hacerle cambiar de parecer sobre sus años de crítico y ayudarle a superar aquel aspecto «no-reconciliado» de su pasado. Emmanuel Levaufre se ocuparía de proteger aquella naciente intimidad. Michel Delahaye amaba los barcos tanto como los aviones, e igualmente hablar de la «fortuna cuadrada», esa vela de barco con forma de cruz, provisional, que los veleros portan para huir de un peligro, para escapar a una tempestad. Era un apóstol de la improvisación, de salir del paso con los medios al alcance. Así, de rebote, Michel, Emmanuel y yo encontramos el título del film: El cuadrado de la fortuna. Y la alegoría de la fortuna se sostenía: en vista de las tribulaciones y vejaciones sufridas por Delahaye, le cuadramos el retrato. Y como Delahaye repetía en la película que, incluso durante las afrentas, no dejó de tener suerte, pensamos que tuvo «suerte al cuadrado». Este libro es el resultado de la adaptación a la escritura, por parte de Emmanuel y mía, de la banda de audio de aquella película, Le carré de la fortune. Sus imágenes han servido para ilustrarlo. (Pascale Bodet)