En un escenario vacío, tres de las figuras más furiosas y relevantes de Occidente llevan adelante
una conversación sobre la violencia, la guerra, el infierno y Dios. Asistimos no solo al iracundo
comienzo de la sociedad judeocristiana, sino también a la invención de la amenaza como
género.
León Ferrari dedicó, entre 1999 y 2004, una porción de su enorme fuerza creadora a esta obra, la
última de la serie que denominó “collages literarios”, definidos por una estructura teatral y por la
construcción de los parlamentos de los personajes a partir de la copia y edición de fragmentos
extraídos de su contexto original. Inédita hasta esta publicación, Conversaciones entre Jesús,
Jehová y Hitler retoma y cierra este procedimiento inaugurado con Palabras ajenas (1967), al
que seguirán La Basílica (1985; RIPIO, 2020) y Exégesis (1993).
Esta obra vuelve a una de las hipótesis centrales en la producción del artista: los mayores
fenómenos históricos de aniquilamiento, las mayores masacres y violaciones a los derechos
humanos siguen sucediendo porque obedecen a una tradición de odio e intolerancia presente en
la base de nuestras sociedades. La recurrencia de estos temas es clave. En términos de Andrea
Giunta: “A León Ferrari le cuestionaban que siempre decía lo mismo. Afirmaba que lo hacía
porque las cosas que denunciaba seguían sucediendo. Repetir es resistir”.
En estas conversaciones, entonces, se insiste no casualmente en la afirmación de que en el
inicio fue la destrucción y que, a lo largo de la historia, el arte occidental ha contribuido a ella
con un halo de solemnidad y sofisticación estética.
“Nací en el veinte. Pero aunque iba a misa cuando estábamos en el campo, no era un clima
demasiado beato. Hasta que me tocó ir al colegio de curas. Y ahí sí: fue el infierno. No por
alguna tortura explícita, sino por la idea del infierno que metían en la cabeza.” Así relataba
León Ferrari (Buenos Aires, 1920-2013) sus primeros años. Poco más tarde, entre 1938 y 1947,
realiza estudios de Ingeniería que le permiten colaborar con su padre –el arquitecto, pintor y
fotógrafo Augusto C. Ferrari– en la construcción y reforma de iglesias en Córdoba y Buenos
Aires.
Sus trabajos en cerámica, en los años cincuenta, son el inicio de una vasta actividad artística y
política que incluye la experimentación y producción en los más diversos lenguajes, así como
intervenciones públicas. En la década siguiente, su obra adquiere su característica preocupación
ética: a esa época pertenecen
La Civilización Occidental y Cristiana (1965) y su actividad en el mítico Tucumán Arde
(1968).
En 1976, debido a la dictadura cívico-eclesiástico-militar, se exilia en San Pablo, Brasil. Ese
mismo año recopila noticias sobre la represión que publica con el título Nosotros no sabíamos.
Regresa a la Argentina en 1991.
En 1996 ilustra el informe de la CONADEP Nunca más.
En 2000 presenta en el ICI Infiernos e idolatrías, una exposición que reunía juicios finales de
artistas célebres y que provocó ataques de grupos católicos debido a una variación en la
iconografía. “Reproduzco el infierno”, afirmó entonces, “pero en lugar de hacerlo con las
personas comunes, lo hago con los propios santos que abonaron la idea de infierno”.