Hace algunos años coincidimos con Carlos Cantini en un posgrado sobre transmedia: una disciplina en ciernes que exploraba la aparicipon de nuevas narrativas a partir de los registros hipermediáticos. Entre los raros y curiosos por este nuevo saber había productores de tevé, publicistas, programadores, cineastas, periodistas. En le caso de Cantini, supe, su formación iba de la gestión cultural y la historía -un prodigioso conocimiento sobre lo porteño - al cine documental, cruzadas por un proyecto de espíritu feminista. Unos años más tarde, como editora, conocí su blog sobre los cafés de Buenos Aires, y hablabamos de la posibilidad de publicar ese material. Una conversación rica se fue armando también con Leandro Vesco -periodista, autor de varios libros sobre fondas y pulperías, aquí prologuista-, Julieta Ulanosky y Valeria Dulitzky -las socias del estudio ZkySky a cargo del diseño y arte de este libro-; una trenza que iba del patrimonio de cafés, pulperías y fondas a la regunta por los territorios, los relatos y las artes de la edición.
Tomaría todavía un par de años -los proyectos, sabemos, llevan vida- hasta que se concretara este Café contado. Sobre tus mesas que nunca preguntan. Me alegró saber que el libro se encaminaba, y disfruté de leer sus historias, su selección de personajes. el modo como se superponen las capas de sentido de lo porteño. También de su diseño elegante y el trazo de esas ilustraciónes que parecen haberse bocetado espiando cada escena.
La pequeña clave de lectura que me gustaría aportar está en lo que se conoce como las condiciones de producción de este libro: el modo particular en el que Cantini leyó los cafés porteños para lego contarlos con el conocimiento minucioso de las circunstancias históricas -"Me valgo de los cafés para hablar de Buenos Aires"-. Sí, pero también con la gracia de un guionista, y el GPS de un rastreador urbano, encontrando el tono, la excusa y los personajes -la narrativa, dirían nuestros amigos de la transmedia- que mejor dieran cuenta de cada café en cuestión: como si cada relato fuera la propia sombra (del café) proyectaca en el presente.
Natalia Ginzburg